martes, 31 de mayo de 2011

1938 La revista "Ímpetu"


Portada de la revista "Ímpetu", nº 1 de octubre de 1938
   En el mes de octubre de 1938 aparecía en Barcelona una nueva revista. Editada allí por la Delegación General de Carabineros, Cultura, Propaganda y Prensa, la revista Ímpetu tan solo publicó este número de octubre de 1938. Su encuadernación atípica en espiral y con páginas totalmente ilustradas con fotografías impactantes de gran formato de rostros de Carabineros tomadas con una iluminación de mucho contraste, e ilustraciones de Mallol y de Durban, tenía el objetivo de mostrar principalmente el heroísmo de los Carabineros y de la guerra en Catalunya, y animar a la resistencia como sucedía en Madrid ante la inminente entrada de las tropas nacionales en territorio catalán.
   Su editorial de presentación es buena prueba de ese ánimo y un canto a las excelencias de la tierra catalana y los catalanes:

   Sobre la augusta belleza de esta tierra catalana se cierne con insaciable voracidad la amenaza y la muerte. Las montañas ruedan ecos temerosos, en los valles se angosta el espanto sonoro, el mar palpita con estremecimientos hasta ahora desconocidos: es el empuje de los modernos bárbaros. Pero de la tierra, brava y dulce a la vez, teñida ya de sangre española, donde tantas cosas han caído y enterrado sus semillas, se alza un ardor denso, como de voluntad de vida. Los hombres y las piedras que la componen tienen la gravedad de quien soporta siglos de grandezas, y en el afán de las ciudades late el signo de cien ilustres épocas.
   Cataluña está aquí, encendida, firme, serena. Oreada de brisas de altura, fluyente de aguas purísimas, ensordecida de mil afanes, verdegueante de campiñas de ensueño, entre el humo y la niebla dormidos, perdida, como niño de cuento de hadas, en sus bosques rumorosos y densos, remansada en sus esmaltadas planicies únicas, amada del mar, del mar blanco y azul, tejido de rutas milenarias, por donde un tiempo, a lomos de naves inconcebibles de luz y de belleza, vino hasta nosotros la civilización.
   Cataluña ibérica o fenicia, griega o cartaginesa, romana o goda, carlovingia o estatutaria, en los tiempos pretéritos y en los presentes, con aquellas monarquías o con esta República amó sobre todas las cosas la libertad. La libertad, que era como la sublimación de ella misma, de su personalidad acusada y fuerte. ¿A qué acudir a la emoción de su historia, de todos conocida, cuando ahora mismo el sedimento de universalidad, ininterrumpido y solemne, se está afirmando sobre la tragedia y el crimen? Cataluña eral el pueblo que había entrado resueltamente a la cabeza de las regiones españolas, como entidad histórica, por las amplias avenidas del progreso, en donde se ha encontrado ahora, animados por una fiebre redentora, todos iguales, fundidos en un mismo dolor, a los demás pueblos hermanos. Cataluña se ha buscado entre ellos, se ha encontrado a sí misma.
   Antes que a Cataluña habían llegado a Madrid las turbias oleadas de la traición, de la codicia y del exterminio. Pero Madrid estaba preparado y alerta. Bajo su aparente frivolidad, que luego resultó la serenidad del más sublime heroísmo, discurría el copioso caudal de una voluntad invasallable. No en balde había prendido allí, como en ninguna otra parte de la Península, el sentido humano de la doctrina que hace estremecer a los pueblos. Cataluña no ha querido ser menos y, llegada su hora, ha sabido descifrar el ejemplar enigma y aplicar sus genuinas corrientes de civilidad a la total faena emancipadora. En la adversidad y en el tormento, la serenidad y la abnegación se han hecho cristal, de las más limpias aguas.
   De los helados yermos de la guerra llega hasta aquí el viento huracanado que todo lo caldea y lo convierte en yesca. Cruje la tierra tendida entre el mar y la montaña, como vientre cálido y fecundo de diosa latina, con aroma de mosto y sabor de mieles dulcísimas, sobre las que no pueden caer las manos de la aullante facción, que se consagró a divinidades siniestras, ni del Moisés deshumanizado y desvirilizado que llegó en su locura a prometérsela. La vieja tierra en donde las reminiscencias medievales tienen un sabor lejano y vencido. La vieja tierra salpicada de arte secular, y en la que florecen las nobles trazas de monasterios, conventos y abadías, porque siempre fue rica y fecunda, y desde cuyos corredores y sonoras estancias, en las que ha entrado hace poco la espiritualidad, verían llegar los orondos abades, sin ningún sobresalto, el oro del otoño, y desde donde los payeses de hoy, cuya figura parece venir de aquellos nebulosos tiempos, echan miradas de desconsuelo y rabia, pensando en la resistencia de los muros centenarios y de las piedras filigranadas, en la altura de las cotas que hasta ayer fueron suaves colinas de égloga, en la capacidad de camouflage de las verdes ramas, de las que solo sabían entender la promesa de su sazón, en la siniestra vertical de las ciudades que fueron emporio de prosperidad e hidalguía… Todo conforme al código de los asesinos de la belleza.
   ¡Buena cosecha para tan toscas manos! Sol y nieblas, montaña y mar, aire embalsamado y cantarinas aguas, dulces frutos y acogedoras arquitecturas. Y, sobre todo, algo que ellos quisieran ajar en su rabia impotente: lo substancial y perenne; libertad y lenguaje, riqueza folklórica, amor ilimitado a la vida, alto y noble sentido de lo que es bello en el mundo. Todo para lo que no pueda existir la muerte, porque está por encima de la propia muerte y aun de la vida. No lo lograrán, no pueden lograrlo. Por eso, ante la imposibilidad de la bestial profanación, siembran a voleo la muerte. Los altos valores universales y eternos siguen en pie, pero caen existencias humildes y se destrona el arte, y se sumen en estampido, horripilantes y en polvo acre y negruzco, del que saldrán escalofriantes mutilaciones, las calles de los pueblos de Cataluña, sus factorías industriales, los lugares donde tienen su natural asiento la inteligencia y la cultura, exponentes acabados todos de la capacidad de un pueblo que bien supo crearse un elevado nivel de vida.
   Todo se tambalea y se hunde: casas, templos, universidades, rientes pueblecitos costeros, ciudades del interior, europeizadas avenidas y vetustas y melancólicas callejas, densas de población, sombrías como la memoria del mundo, en las que parece haberse quedado estancados el Tiempo y la Historia.
   Cataluña, como el resto de España, no tiene ya manos con qué acudir a tantas llagas abiertas, y después de otear angustiada todos los malos vientos, en esta soledad impresionante en que nos ha dejado abandonados el civilizado occidente, afirma su ceño altivo para fuera, mientras dentro sonríe, con una gracia nueva en la trágica aurora a que la ha arrastrado su destino.
   En esta seguridad, en este apretar de dientes y de codos, en esta recién estrenada clara y noble idea de la solidaridad patria, que es la afirmación de su independencia y de su perpetuación en el devenir humano, tiene que agostarse, sin temor a nuevas florescencias, la planta envenenada de la incomprensión y el desamor, herméticos y fríos. Y que el sentimiento nobilísimo que siempre animó a los habitantes de esta tierra magnífica, sea lazo que una para grandes y comunes empresas y nunca refugio en que alimentar descarriadas ideas de sombríos atavismos, en los cuales la larga noche de la Historia que fue la Edad Media se nos antojaría mediodía luminoso y blanco.
   Cataluña está aquí. Como correspondía a su rango ha sabido encontrarse. Ya no hay ningún temor. Seguirá siendo lo que era. ¡Adelante por todo, Cataluña! Canta y muere, pero resucita. ¿Acaso no es esto como el albor de una nueva vida en una nueva tierra prometida?

   El haber publicado ese único número en octubre de 1938 y tener muy presentes a los Carabineros, fue el momento oportuno para hacerse eco del fusilamiento de Federico Angulo, ejecutado en Burgos el día 3. Y de esta manera daba la revista su último adiós a Angulo:

Despedida a Federico Angulo en "Ímpetu"

     ¡Pasión y muerte de Federico Angulo!
     Pocas palabras pueden ser añadidas a las que, traspasadas de dolor, han sido dedicadas al héroe, en la prensa de estos días, por algunos sus ilustres amigos. Pocas que no sean la repetición desconcertante de la tremenda e irreparable desventura: Federico Angulo ha sido asesinado... Los otros, después de proclamar que se trataba de un auténtico caballero español, decidieron, sin duda que por eso, que no siguiera siendo. Estorba a su bajuno servilismo todo lo que sea noble, independiente y altivo.
     Federico Angulo ha caído para siempre ante el automatismo de los fusiles en que necesita apoyarse la traición. Los fusiles que en las finas y frescas madrugadas, sobre los muros de los cementerios, en todos los lugares levíticos y enajenados de la zona negra, van suprimiendo metódica y heladamente las existencias ejemplares que, como la de Federico Angulo, dan la lección suprema de su grandeza y de su generosidad. La altivez reconcentrada y suave –un poco escéptica, un poco melancólica- del fusilado, no habrá cedido ante el piquete de ejecución. Habrá mirado con estoicismo desdeñoso a la muerte. Como a una antigua conocida con quien tendría que encontrarse en cualquier hora solemne.
     De nada han servido los esfuerzos para salvarle. Cada día desde agosto de 1937 ha amanecido para él con la renovación de una sentencia de muerte pronunciada, una sentencia alargada increíblemente más de un año y que ha puesto tribulación y espanto en nuestro ánimo más que en el del condenado. Ya se ha acabado todo: la esperanza de su vida y nuestras impacientes preocupaciones. Conocían los traidores cuánto valía la presa, y no consintieron soltarla. Bravo, inteligente, entero como pocos. Además, socialista y Teniente Coronel de Carabineros. Aquello, por su vigoroso pensamiento y su delicada emoción, que no le cabían en la cabeza y en el pecho; esto, por su valor sobre los campos de batalla, por cuyas indecisas líneas paseó, su figura de leyenda. Con ese bagaje llegó al Norte para organizar Brigadas de Choque de Carabineros, al frente de las cuales, pegado a la tierra de cuya defensa hizo su deber y su destino, le tomó el enemigo. Con toda la dignidad de hombre y de militar intacta. Un Capitán asturiano, evadido recientemente del otro campo, y que con él hizo la breve y dura campaña de aquellos días, está asombrado aún de lo que él llama la pasmosa serenidad del Teniente Coronel Angulo. Y relata que al ser hechos prisioneros, Angulo, dueño de toda esa serenidad de la que él solo podía hacer gala, únicamente puso sobre el dolor de la situación esta rúbrica emocionante: “Hay que morir como se nace: de cara a la vida”.
     Esta fue su última arenga de jefe ejemplar. Su muerte es una gota más en la charca de iniquidades en que acabará ahogándose la traición. Una gota más que dejará su huella perennemente sobre la tierra. La buscaremos cuando toda España esté limpia y resplandeciente. Para afirmar sobre ella nuestras viejas creencias y nuestras eternas resoluciones. Y para sentir allí mismo, al borde de la tapia, sobre la verde pelusa brotada de su sangre generosa, la sencilla lección: la lección del hombre que murió de cara a la vida.

   Completaba ese número una pequeña historia del Cuerpo de Carabineros, un artículo sobre la Marina de la República, de la batalla del Ebro y pequeñas notas de actualidad, todo ello ilustrado con impactantes fotos de Carabineros anónimos.
   Nuestro agradecimiento a las hermanas Lamoneda que desde México nos pusieron sobre la pista de este documento y facilitaron su localización. El destino hizo coincidir la desaparición de Angulo con el de la revista Ímpetu, que como decíamos, con ese número 1 moría definitivamente.

jueves, 26 de mayo de 2011

1934 La muerte de Manuel Andrés

Cabecera del diario de San Sebastián, "La Prensa"
  
   En 1920, los periodistas Hernández Usabiaga, Mas, y Manuel Andrés establecerían en San Sebastián una sociedad denominada “Editorial Europa” con el fin de sacar a la luz un nuevo diario vespertino en la ciudad. Se titularía “La Prensa”, y con diversos altibajos mantuvo su publicación hasta 1934, momento en el que casi coincidieron el asesinato de su director, Manuel Andrés Casaus y la preparación por parte de algunos miembros del periódico –Angulo entre ellos- del levantamiento de octubre cuyo foco principal fue Asturias pero que en Guipúzcoa tuvo también su repercusión. 

Manuel Andrés Casaus
   Andrés fue uno de los principales y más carismáticos defensores republicanos en Guipúzcoa. De profesión periodista, en sus inicios fue redactor del diario “El Pueblo Vasco”, para posteriormente fundar “La Prensa”. Gran amigo del líder socialista Indalecio Prieto, participó en el levantamiento republicano de diciembre de 1930 en San Sebastián, donde cayeron asesinados el sargento de seguridad Emilio Montero y el guardia de seguridad Modesto López en el intento de Andrés Casaus, José Bago, Eduardo Campoamor y otros de asaltar el Gobierno Civil. Ante el fracaso de su acción, estuvo un par de días desaparecido hasta que finalmente fue detenido y procesado por ser el cabecilla del levantamiento y responsable de las dos muertes. Salvo los huidos y declarados en rebeldía, todos ellos fueron encarcelados en la prisión de Ondarreta. Pedida por el fiscal la pena de muerte, no llegó a dictarse sentencia al producirse el cambio de régimen y la proclamación de la República. En este periodo fue nombrado sucesivamente gobernador civil de Segovia, de Navarra, y de Zaragoza, para seguidamente ser el nuevo Director General de Seguridad de la República en marzo de 1933 en sustitución de Arturo Menéndez. Militante del Partido Acción Republicana –posteriormente Izquierda Republicana-, se le acusó de aprovechar su posición para desviar armas para el movimiento revolucionario socialista de 1934, momento que ya no viviría. 
   
   A primeros de septiembre de ese año, Federico Angulo es miembro de la Redacción del diario “La Prensa” y algo más que compañero de su director. Si hacemos caso del testimonio del corresponsal de la Agencia Febus en 1938, que decía que “Angulo, en la vida política se formó al lado de Manuel Andrés”, podríamos pensar que pudo llevarlo hacia la corriente que el militante de Izquierda Republicana quería que siguiera. Pero creemos que eso no significa que dirigiera sus pasos –Angulo se afilió al Partido Socialista en 1923- pero sí que coincidían y compartían puntos de vista y ambiciones que les llevó a coincidir en movimientos que les supondrían prisión o exilio, según la suerte de cada uno, ya que no hemos podido confirmar la participación de ambos en diciembre de 1930 (revisada la Causa 930/31 instruída contra Manuel Andrés y 36 más, Angulo no aparece entre éstos, detenidos y declarados en rebeldía) pero sí en la de 1934, a pesar de que Casaus moriría un mes antes. Documentación encontrada en la mesa de Angulo en la redacción de “La Prensa” y su propia carta manuscrita remitida desde su exilio en Pau así lo atestigüan.
   
Cadáver de Andrés en la Casa de Socorro
   En la Calle Prim de San Sebastián se producía el atentado el 9 de septiembre del industrial y Jefe Local de Falange Manuel Carrión Damborenea a manos de, según el testimonio del amigo que le acompañaba en aquel momento, un grupo en el que “sus componentes iban vestidos con indumentaria de obreros y que uno de ellos llevaba un mono de mecánico”. Herido de gravedad, Carrión fallecía al día siguiente en la Clínica de Nuestra Señora de las Mercedes. Ese mismo día, 10 de septiembre, una vez acabada la composición del periódico del día –en el que escribiría sus últimas palabras, entre ellas, críticas a la acción llevada a cabo contra Carrión-, Andrés salía alrededor de las nueve de la noche de las oficinas de “La Prensa” junto a su amigo Rafael Guerra, secretario de los Tribunales Mixtos, cuando al cruzar el Paseo de Colón y junto al número 15 de la Calle Peña y Goñi, unos individuos, falangistas al parecer y como represalia por la muerte de Carrión, disparaban al ex-director de Seguridad. A éste sólo le dio tiempo a exclamar a su amigo “Me han matado” y sacar su pistola y disparar hacia el lugar desde el que le disparaban antes de caer al suelo del portal del citado inmueble, que curiosamente había sido su vivienda hasta unos pocos días antes. Tanto su amigo como un Guardia de Asalto que estaba por la zona intentaron socorrerle subiéndole a un taxi y trasladarlo a la Casa de Socorro pero en el momento de llegar ya había fallecido. Un proyectil que entró por la espalda y salió por el pecho acabó con su vida. Inmediatamente hasta allí se dirigieron su hermano Ramiro y los compañeros de redacción, pudiendo comprobar en directo la trágica noticia. Federico Angulo fue uno de los que acudió a la Casa de Socorro. Junto a él, se personaron Antonio Zaldúa, el ex-alcalde Fernando Sasiain, Tellería, José Bago y Manuel Irujo.

   A las tres de la madrugada era trasladado el cadáver desde la Casa de Socorro hasta el domicilio social de Izquierda Republicana, en el piso primero del nº 4 de la calle Garibay.  Hasta allí fue acudiendo numeroso público que fue desfilando ante el cadáver y mostrando su repulsa por el asesinato. En palabras de un miembro de Izquiera Republicana de San Sebastián, “la indignación que el suceso ha causado en San Sebastián es enorme. La cobardía del crimen y la destacada personalidad de don Manuel Andrés Casaus, han levantado el clamor popular contra los asesinos. Desde primeras horas de la última noche, la población se halla excitadísima y manifiesta ostensiblemente su enérgica protesta”. Con el fin de que todos aquellos que quisieran darle el último adiós se declaraba un paro general para el día 12 entre las 11 y las 2 de la tarde. 

Comitiva fúnebre en el entierro de Manuel Andrés Casaus
   A mediodía del miércoles 12 de septiembre comenzó a congregarse una multitud en los alrededores y en el local del Círculo de Izquierda Republicana que formaría parte de la comitiva fúnebre que seguiría el traslado del cadáver por las calles de la ciudad hasta el cementerio de Polloe. Entre ellos se encontraban miembros del Partido, de la Juventud Socialista, de la Asociación de la Prensa de San Sebastián, y personalidades políticas como Manuel Azaña, Indalecio Prieto, Casares Quiroga y el diputado Luis Bello. Ante la vista del cadáver, Azaña sufrió un ligero mareo teniendo que ser asistido por el doctor José Bago, gran amigo de Casaus y compañero desde los tiempos del asalto al gobierno civil de San Sebastián en diciembre de 1930 y posterior reclusión en Ondarreta.

   El féretro salió cubierto por la bandera tricolor y a hombros de Ramón Torralba, Manuel de los Santos, Madridejos, Manuel Elduayen, Pedro Romero y compañeros del diario “La Prensa”, siguiendo el trayecto por la calle Garibay, Avenida de la Libertad, puente de Santa Catalina, Iztueta y Paseo de Atocha ante un inmenso gentío. La presidencia la ocupaban Azaña, Prieto, Casares Quiroga y Ramón Viguri, detrás de ellos, los familiares. Y más atrás, en sucesivas presidencias, personalidades como Juan Negrín, Amós Salvador y Luis Bello. Una vez frente al depósito de cadáveres del cementerio, Azaña le dedicaría sus últimas palabras:

Prieto y Azaña, en sus palabras ante el féretro de Andrés
“Unas palabras voy a decir que sirvan de despedida a nuestro querido amigo Manuel Andrés. Y no serán muchas porque ni la emoción vuestra ni la mía consienten otra cosa que un silencio recogido que sea un epitafio y un recuerdo imborrable en nuestro corazón. Manuel Andrés, de cuyas cualidades de amigo no voy a hablar, era un republicano modelo, un ciudadano ejemplar, dispuesto siempre a dar por la causa todo y más que puede dar un hombre: su propia vida. Ofreció su vida a la República. La hubo dado y la expuso cien veces en lucha abierta y franca con el enemigo. El crimen ha querido que su vida se pierda de esta manera ignominiosa para los que le han matado, pero gloriosa siempre para él, porque la causa republicana no sería tal si no tuviera mártires.
   Y los muchos que ya tenemos inscritos en nuestras listas, añadiremos el nombre de nuestro inolvidable amigo, tan querido de todos nosotros, sacrificado anteayer por mano de los enemigos de la República y de España. Aquí no vamos a decir ahora palabras de odio ni palabras de condenación. Decimos adiós a un ciudadano ejemplar, gloria de nuestra causa, que por que hace mártires vencerá un día. En la sangre de ese modelo bañemos nuestros labios y nuestro corazón. Le decimos adiós, pero no le olvidaremos jamás. Imitemos su ejemplo y juremos aquí inspirarnos en su memoria para emular sus virtudes cívicas y no para vengarnos porque nosotros no podemos hablar de venganza, sino para hacer justicia, justicia que pueda dar el triunfo a la República, a la que él ha dado su sangre y nosotros estamos obligados a dar la nuestra en cualquier caso, siguiendo así el generoso ejemplo de Manuel Andrés. ¡Juremos!
   ¡Viva la República y viva España!”

   Tras entusiastas aplausos y vivas a la República por parte de todos los congregados dentro y fuera del recinto del cementerio, y cuando las personalidades se dirigían a sus coches para volver a la ciudad y el público comenzaba a desfilar, se escuchó un grito por parte de un agente de policía que molestó a los que le rodeaban pensando que era un provocador falangista ya que comenzaron a golpearle. El incidente podría haber tomado graves consecuencias de no ser por la intervención de José Bago y de Federico Angulo. Bago bajó inmediatamente del coche en el que iba junto con Azaña y Prieto y trató de proteger al agredido y Angulo se dirigió a las personas que querían seguir golpeándole intentando que bajara su grado de excitación y hacer que se calmaran. Angulo lo consiguió en un primer momento, pero la continua afluencia de personas que no le habían oído hizo que no pudiera establecer del todo la calma, siendo necesario que los Guardias de Asalto cargaran contra la muchedumbre. Milagrosamente, el incidente se saldó tan solo con dos heridos, Félix Rivas y el guardia Ernesto Moreno.



   De esta manera transcurrió el 12 de septiembre de 1934 el entierro y último adiós de Angulo a su amigo.
  

viernes, 20 de mayo de 2011

1929 El Celta de Vigo y su vicepresidente

Escudo del Celta de Vigo
   En el ámbito futbolístico, desde los primeros años del siglo XX en la ciudad de Vigo existían dos equipos que representaban a la ciudad: el Vigo Sporting y el Fortuna de Vigo. La rivalidad entre ambos era el signo característico de aquellos tiempos. El Sporting llegó a ganar hasta en seis ocasiones el campeonato gallego entre 1908 y 1923, y el Fortuna en nueve entre 1906 y 1922. Con el propósito de aunar fuerzas y crear un equipo potente que aspirara a mayores logros en nombre de la ciudad, en junio de 1923 se acordó la fusión de ambos equipos, naciendo de esta manera el Real Club Celta de Vigo, histórico equipo gallego que ha llegado hasta nuestros días y sigue siendo el símbolo futbolístico de la ciudad. En el mes de agosto de ese año de 1923 se aprobaban los estatutos del nuevo club, que sería presidido en sus inicios por Manuel Bárcena de Andrés.


   En su primera competición, el Celta se proclamaba campeón del campeonato gallego en la temporada 1923-24, e iniciría su participación en el campeonato de Copa de España. Pasados unos pocos años, en la temporada 1928-29 se organizaría y disputaría el primer campeonato de Liga a nivel nacional. El Celta, por diversas causas, no pudo acceder a la lista de equipos que formarían parte de la 1ª División y pasaría a quedar encuadrado en el Grupo 1º de la 2ª División, junto con equipos como el Deportivo de La Coruña, Alavés, Valencia o Betis. Esa primera Liga el Celta ya la disputaría en el nuevo estadio de Balaídos, inaugurado el 30 de diciembre de 1928, construcción cuya gestión correría a cargo de la Sociedad del Estadio de Balaídos, presidida por Joaquín Fontán.

Estadio de Balaídos en el momento previo a su inauguración

   Es en esa época, cuando se llevaban disputados dos partidos -con sendas derrotas del Celta, la primera en casa ante el Iberia de Zaragoza, lo que provocó duras críticas por parte de la prensa- cuando ingresa en el club Federico Angulo. El 28 de febrero de 1929 se haría público su nombramiento en el diario El Pueblo Gallego:

   El nuevo Vicepresidente del Celta.
   Estaba vacante el cargo de vicepresidente en el Real Club Celta local. La Junta directiva decidió cubrirlo y, ajustándose a lo estatuido en el artículo 34 del Reglamento, acordó nombrar a don Federico de Angulo Vázquez, nuestro querido redactor-jefe.



Anuncios previos al partido Celta-Alavés



   Su primer partido como integrante de la directiva se celebraría el domingo 3 de marzo de 1929. Es la segunda ocasión que el Celta juega en casa, y tras dos derrotas consecutivas se quiere conseguir por fin la primera victoria liguera. El visitante es el Deportivo Alavés, de la ciudad de Vitoria, que cuenta en sus filas con los míticos Ciriaco y Quincoces, pero de nuevo no pudo ser. El Celta perdía por 1 a 0, pero sin embargo, esta vez la crítica sería más benevolente con la actuación del equipo, que "dió mejor rendimiento que el esperado. En la primera parte dominó muy a gusto. En la segunda, tal vez por el esfuerzo anterior, se apagó un poco, pero sostuvo el match animosamente, sin claudicar". No fueron mucho mejor las cosas a la semana siguiente, ya que el Celta perdería en el campo de su máximo rival, el Deportivo de La Coruña, por 4 a 2.

Imágenes del partido Celta-Alavés
  
   La campaña del Celta culminó con su descenso a 3ª División al haber quedado en penúltimo lugar en la clasificación. Consecuencia de ello, fue la dimisión al completo de la Junta Directiva presidida por Manuel Prieto. El 30 de junio de 1929 se celebraba la Junta General del Celta en la que se eligiría a los nuevos directivos, quedando como presidente Alfredo Escobar, vicepresidente José Bar, secretario Manuel Domínguez, vicesecretario José Quintas, tesorero Luis García Reboredo, contador Amadeo García, vocal 1º Severo Vicente, y vocal 2º José Grobas.

   De esta manera concluía el fugaz paso de Federico Angulo por el mundo futbolístico.
  

sábado, 14 de mayo de 2011

1921 Las Noticias y Oscar Pérez Solís

Portada del primer número de Las Noticias
    El 2 de agosto de 1921 aparecía en Bilbao un diario muy especial: Las Noticias. Diario de Información. Tuvo una vida tan corta como misteriosa. En una época de pleno auge del conflicto marroquí, un curioso personaje –y también misterioso, ya que hasta mucho después no se supo que era él quien oficiosamente dirigía el periódico- establecía en la Calle Ibáñez de Bilbao nº 12, bajo, la Redacción y Administración de la nueva publicación. Para Saiz Valdivielso se trataba de «un extraño periódico. Titulo sugestivo, buena confección, bien redactado y perfectamente impreso». No admitía suscriptores –salvo en los lugares en los que no hubiera vendedores de periódicos- y sus protestas iban dirigidas principalmente contra la guerra de Marruecos, a la vez que se proponía dirigir su atención a los problemas de la masa obrera.
     Sus artículos no venían firmados, hecho que denunció El Socialista, que también tildaba al diario de neocomunista, al que Las Noticias rápidamente respondía calificándolo de neoaburguesado. Para Indalecio Prieto era «el primer diario comunista español», y decíamos que tuvo una vida misteriosa porque, a pesar de que oficialmente el director del diario era Jesús Escartín, hasta 1923 no se supo que el verdadero alma mater del periódico era Oscar Pérez Solís, personaje que a lo largo de su vida anduvo por todas las tendencias políticas posibles, y que en aquellos años derivó hacia la comunista a raíz de sus discrepancias con Prieto. Con él y con el diario que dirigía, como recordaba Luis Bello refiriéndose a Las Noticias: «el periódico de marras se preparó para desatar una campaña enconadísima contra El Liberal y contra el socialismo».
Oscar Pérez Solís
     Oscar Pérez Solís, en su juventud capitán de Artillería, inició su vida política afiliándose en el Partido Socialista de Valladolid. El organizar mítines socialistas le supuso la expulsión del Ejército, abandonando poco después Castilla e instalándose en el País Vasco, a instancias de Prieto. Su relación con Facundo Perezagua y las discrepancias en torno a la entrada de los socialistas en la Internacional Comunista le alejaron de Prieto, tanto, que incluso llegó a atentar contra la sede de El Liberal en 1923, resultando el propio Solís herido grave en el tiroteo que se produjo. Decíamos que pasó por todas las tendencias políticas. Efectivamente, justo antes del inicio del diario, en abril de 1921 cofundaba el Partido Comunista Obrero de España, y ya más adelante, en julio de 1923, sería Secretario General del Partido Comunista. Por el atentado al que hacíamos mención resultó preso, y aprovechó su estancia en reclusión para convertirse al catolicismo, gracias a las conversaciones que allí tuvo con el Padre Gafo. Y finalmente, ante el advenimiento de la República, se afilió a Falange Española, se unió a los sublevados durante la guerra civil y ya en el franquismo obtuvo diversos cargos oficiales.


     Este curioso personaje era el jefe de Federico Angulo durante la segunda mitad de 1921 en la redacción de Las Noticias, que según el propio Solís en sus Memorias «tuvo una gran aceptación en la masa obrera… que al mes de salir tenía una tirada de 12.000 ejemplares y que llevaba camino de ser el diario predilecto de la mayoría de los trabajadores de Vizcaya». Cuando menos, lo que si fue ya desde los primeros días es polémico, ya que se sucedían las denuncias hacia alguno de sus artículos, incluso desde el Gobierno Civil.
     Sonadas fueron sus agrias disputas con el periódico de Prieto, que recordemos, fue compañero de Angulo en sus tiempos en El Liberal, y que en aquellos momentos –desde 1920- era su verdadero orientador. Las Noticias incluso llegó a publicar el 16 de septiembre de 1921 un intento de boicot contra El Liberal e intentar así hacerse con la voluntad obrera: «Trabajadores: ha llegado la hora de hacerle el vacío al periódico burgués y traidor de la clase trabajadora con la implantación de un boicot definitivo». El 24 del mismo mes aparecían en portada varias caricaturas, una de ellas de Prieto con la cabeza en forma de pera, con un pié de foto curioso.

El soldado de Nápoles o Mohamed Inda-Ben-Prieto

  También arremetía Solís y su Redacción contra el gobernador civil de Vizcaya, González Regueral, y contra el resto de diarios de la ciudad, en concreto, El Pueblo Vasco –en el que con anterioridad a este estuvo Angulo- y El Nervión, a los que calificaba de «meros lacayos de la Liga Monárquica», sin olvidarse, una vez más, de El Liberal, al que unos día antes tildaba de «periódico sin ideales que combatió a Prieto cuando Prieto no era nada y ahora defiende a Prieto porque Prieto es el amo». No sabemos cómo y de qué manera salió Angulo de las redacciones anteriores, pero lo que sí es cierto es que trabajando en Las Noticias debería compartir al menos algunas de las opiniones que allí se vertían. Desde luego, en el caso de Prieto no parece que quedara ninguna enemistad ya que se encontrarían en el futuro, y en tiempos de la guerra civil se preocupó de su suerte y planteó su canje. De cualquier modo, fuera por decisión propia o motivado por su deseo de salir de aquel continuo rifirrafe dialéctico, poco tiempo le quedaba ya en su cometido de redactor de Solís.
     Según recoge Saiz Valdivielso, uno de sus compañeros, Francisco Recio, corresponsal del diario en Melilla para cubrir la guerra de Marruecos, hacía un repaso personal de los componentes de la Redacción de Las Noticias, en el que, como vemos, califica a Angulo de una manera que parece que el trabajo en ese controvertido diario le fuera como anillo al dedo:
     «Jesús Escartín (director) hace literatura en el periódico. Si hay algo que reprocharle es su tristeza, su tristeza romántica. Creo que es el caballero Lovelace que ha resucitado para dirigir un periódico…
     Aramburu (redactor jefe) es un tipo sajón de seriedad infantil que dice sonriendo las cosas más serias y lo mismo se pone a dar saltos en la Redacción que nos habla del más difícil tema psicológico
     Angulo (redactor) es un periodista ecuatorial; habla y escribe en completa ebullición. Para él no hay medias tintas: sólo existe el rojo y el negro.
     Espinosa es el reportero y poeta de la redacción, y Heda es el hombre de las conferencias telefónicas; además, hace revistas de toros…»
     Esa opinión de Recio no andaba muy desencaminada de la realidad. Si la comparamos con la que el propio Angulo hace de sí mismo en septiembre de 1925, vemos que es así:
     «No soy hombre fríamente razonador, o que pueda adoptar en todo momento la postura serena, ecuánime del filósofo. Soy el hombre de la calle que sabe por propia experiencia que un poco de pasión puesta al servicio de las ideas, siempre hace bien; porque la pasión cuando es noble, recta, desinteresada, cuando es producida por un convencimiento pleno y se inspira en un estricto sentimiento de justicia; cuando se pone pasión al servicio de algo bueno y justo; cuando la pasión se opone al triunfo de una arbitrariedad, entonces la pasión es santa y no hay fuerza en la tierra capaz de contenerla y avasallarla».
     A finales de 1921 Pérez Solís recibe una oferta para trabajar en Asturias. Este hecho, unido al inicio de una huelga de tipógrafos que dejó a Bilbao prácticamente sin periódicos –sólo El Noticiero Bilbaíno conseguía salir normalmente, el resto unió esfuerzos y sacaron un único diario en común titulado Prensa Bilbaína- provocó que la vida de Las Noticias finalizara con tan solo 6 meses en la calle. El último número salía publicado el 15 de enero de 1922, y así lo recordaba Solís:
     «… ni tengo por qué arrepentirme de haber colaborado en aquel periódico ni dejaré nunca de recordarle con simpatía. Vivió poco, no porque le faltase ambiente propicio, sino por las consecuencias económicas de una larga huelga de tipógrafos y acaso también porque quienes lo habían lanzado no estimasen prudente continuar apoyando orientaciones del periódico que podían lastimar altos intereses morales…»
     Ese momento ya no lo vivió Federico Angulo, que había salido de la redacción a primeros de noviembre de 1921. Siete años después, Angulo, como redactor jefe de El Pueblo Gallego, entrevistaba a Pérez Solís en Vigo, y ambos tuvieron recuerdos de aquella corta pero intensa época así como la actualidad y vaivenes ideológicos del entrevistado. Por eso Angulo añadía el subtítulo de “El hombre que buscó la verdad y no la encuentra”, introduciendo al personaje de esta manera:
     «Conocí a Oscar Pérez Solís hace varios años. Fue en Bilbao, poco antes de que ocurriera aquel gran dolor nacional de Annual. La villa era sacudida por las más recias convulsiones. Pérez Solís y yo escribíamos en el mismo periódico. Una coincidencia espiritual en la apreciación del momento, fundió la amistad nacida en torno de una misma mesa de trabajo. De entonces acá han pasado muchas cosas. La vida que nos unió, nos separó empujándonos por distintos caminos. Hasta que ahora, circunstancialmente, nos ha vuelto a colocar en el mismo vértice, un apretón de manos ha reverdecido el laurel de la antigua amistad fraterna. Confesiones mutuas han llenado el gran vacío de los años transcurridos. Y entre ellos la revelación inesperada que despierta en mí al periodista y me impulsa a ofrecerte, lector, lo que de labios de mi amigo escuchará».
     Pérez Solís, demandado por su antiguo amigo de noticias desde que perdieron el contacto, recuerda tanto el sentimiento de abandono de su compañero como reconoce un cierto atisbo de ingenuidad en aquellas acciones que se sucedieron en Bilbao en 1921:
     «Me dejó usted en pleno fragor de lucha. Aquella vida tremendamente agitada continuó hasta 1923. Ocurrió entonces aquella hecatombe bilbaína que usted recordará, provocada más que nada por nuestro infantilismo revolucionario. Las consecuencias no pudieron ser más trágicas: todo destrozado, deshecho… y yo, con un pulmón roto de un balazo, al hospital…».
La Casa del Pueblo de Bilbao
   Solís se refiere a lo sucedido en la Casa del Pueblo de Bilbao el 23 de agosto de 1923. Ese día pretendió imponerse por la fuerza la huelga general en la ciudad, produciéndose diversos altercados, y ya a mediodía moría el conductor de tranvía Feliciano Zugasti tras los disparos de unos desconocidos. Por la tarde un grupo perseguido por la Policía y Guardia Civil se atrincheró en la Casa del Pueblo, produciéndose un tiroteo en el que cayeron heridos numerosos huelguistas y agentes. Entre los primeros se encontraban Pérez Solís, Eleodoro Martín, Benito Pozas, Isidoro Martín, Angel Antuñano, Eduardo Núñez (fallecido posteriormente) y Osvaldo Martín. Entre los agentes fueron heridos Victoriano Prado y Francisco López González. Finalmente serían detenidas 24 personas, entre las que también estaban Solozábal, Bullejos y Méndez Núñez, clausurando inmediatamente la policía la Casa del Pueblo.
   Esos tres meses de Angulo en Las Noticias fueron muy intensos, algo así como una guerra en las trincheras de la opinión escrita, que seguramente marcaron la senda de un magnífico aprendizaje  para lo que, muchos años después, viviría en los históricos años de la República como redactor de El Socialista.

viernes, 6 de mayo de 2011

1936 El Hospital de la Princesa



   Tras el atentado sufrido por la reina Isabel II junto a su hija primogénita recién nacida, la princesa Isabel, a manos del cura Martín Merino a primeros de febrero de 1852, en señal de agradecimiento por no haber sufrido daños la reina propuso en carta manuscrita al Presidente del Consejo Bravo Murillo la construcción de un hospital:
   “Prosternada ante la Divina Providencia por su señalada protección y favores infinitos, mi corazón se halla conmovido ante las demostraciones de amor y lealtad que recibo a cada instante de mis súbditos. Estas demostraciones, sin embargo, pudieran concentrarse en un objeto que simbolizara de un modo permanente el carácter religioso y benéfico de los españoles. Con este fin deseo que el Gobierno tome la iniciativa para abrir una suscrición voluntaria cuyo producto se destine a edificar uno o más Hospitales en conmemoración del nacimiento de mi amada hija, y de mi presentación a mi pueblo después de las bondades que Dios me ha dispensado en estos días. Isabel.- Febrero 11 de 1852”.
   El Gobierno reaccionaba rápidamente y el mismo día publicaba un Real Decreto, en cuyo Artículo 1º constaba: “Se procederá desde luego á edificar en el punto que se juzgue mas á propósito de Madrid, ó sus afueras, un hospital que llevará la denominación de Hospital de la Princesa.
   El terreno donde se edificaría sería donado por Andrés de Arango, que en carta de 15 de febrero de 1852 dirigida al Consejo ofrecía su donación: “La carta autógrafa de nuestra amada Reina dirigida á V.E. con fecha de ayer ha producido en mi alma un sentimiento de profunda admiración y deseos de coadyuvar con mis medios al benéfico pensamiento aprobado por S.M. de reemplazar con cuatro hospitales el general de esta corte. Poseyendo yo un terreno muy adecuado para la fundación de uno de ellos en el punto mas culminante del barrio de Chamberí, inmediato á su iglesia y al gran depósito que ha de servir para la distribución de aguas á esta población, hago donación de 15.000 piés cuadrados en dicho sitio para el establecimiento de uno de tan filantrópicos monumentos”.
   El terreno se encontraba en la confluencia del Paseo de Areneros y la Glorieta de San Bernardo (posteriormente Alberto Aguilera -desde 1903- y Glorieta de Ruiz Jiménez, respectivamente).

Ubicación del Hospital de la Princesa en plano de 1924
   El 16 de enero de 1853 la reina asistiría al acto de colocación de la primera piedra del nuevo Hospital, y finalmente, el 24 de abril de 1857 se inauguraba: “S.M. el Rey y S.A.R. Serma. Sra. Princesa de Asturias se dignaron inaugurar ayer el Hospital de la Princesa por delegación de S.M. la Reina (Q.D.G.). A las diez de la mañana llegaron S.M. y A. á las puertas del edificio, siendo recibidos en ellas por el Consejo de Ministros y la Junta General de Beneficiencia. Inmediatamente se dirigió la Regia comitiva á un salón de la planta baja, preparado al efecto, donde el ministro de la Gobernación, obtenida la Real vénia, dio principio al acto leyendo la órden de inauguración, mandada expedir por S.M. la Reina en 21 del corriente. En seguida S.M. el Rey se dignó descubrir la inscripción colocada sobre el pórtico, y pasar desde allí, con su excelsa Hija, á la capilla, en la que, celebrado el Santo Sacrificio de la Misa y pronunciada una breve oración por el predicador de S.M. D. Manuel Muñoz y Garnica, se cantó un solemne Te Deum”.

Fachada original del Hospital
   Con la llegada de la República, a partir del 7 de mayo de 1931 cambió de denominación, pasando a llamarse Hospital de Beneficiencia General. Y una vez iniciada la guerra, en octubre de 1936 perdería el término Beneficiencia para sustituirlo por el de Asistencia Social. Por esas fechas, los servicios del Hospital pasarían al Colegio del Pilar, en la calle Castelló, tomando como nombre a partir de julio de 1937 Hospital Nacional de Cirugía, utilizándose el edificio original durante la guerra como cuartel.


Modificación de la entrada al Hospital con el nuevo cuerpo de vestíbulo de entrada

Vista de la Glorieta de San Bernardo (con la estatua de Lope de Vega) y el Hospital al fondo

Federico Angulo, herido en Somosierra
   
   Antes de ese traslado, Federico Angulo sería uno de los pacientes del Hospital de la Princesa. Pasados los primeros momentos tras el alzamiento, el diario El Socialista organizaba una milicia que Angulo se encargaría de organizar y dirigir. Su primera acción se produciría en Somosierra, siendo Angulo herido en una par de ocasiones, obligando a su hospitalización. Así lo cuenta él mismo: “Mandé contraatacar, y cuando enfilábamos la cuesta que hay cerca de Somosierra, una bala me atravesó la mano derecha, y otra, el brazo del mismo lado”. Ingresó en el Hospital de la Princesa el 24 de julio de 1936 y el 4 de agosto, sin haber recibido el alta todavía, abandonaba su internamiento. Cuentan que “Arrancó el alta al médico, bajo palabra de presentarse todos los días en el hospital a curarse”. Desde luego, no cumplió su palabra, ya que nada más dejar el Hospital volvería a la lucha dirigiéndose al frente de Extremadura, concretamente a Villanueva de la Serena, volvió a ser herido en Don Benito y acabó su periplo extremeño en Medellín.






   Esta es la pequeña historia del Hospital por el que pasó Angulo en los primeros días de la guerra. El Hospital de la Princesa mantendría su servicio hasta 1955, y a principios de 1962, sería derribado.

jueves, 5 de mayo de 2011

1925 Una despedida y dos muertes

   A finales de 1925, en el lapso de tiempo tan corto de dos semanas, tres hechos -el tercero seguramente en menor medida- vinieron a influir en el ánimo de Federico Angulo y no precisamente de forma positiva.
   Desde que iniciara unos meses antes -el 20 de marzo de 1925-  su andadura la nueva publicación donostiarra, "Vasconia Industrial y Pesquera", aparte de ejercer como director de la recién nacida revista dedicada al mundo pesquero de Guipúzcoa, Federico Angulo tuvo una intensa y reconocida actividad en torno a ella: redacción de artículos, asistencia a Congresos, participación en la Asamblea de Pesca Marítimo Vasca en la que fue uno de los ponentes, etc. Tal grado de implicación tanto en la esfera pesquera como en la periodística, vino a finalizar a lo largo de los últimos días de noviembre de 1925 de forma concluyente. Casi con total seguridad, problemas de índole familiar le obligaron a tomar esa determinante decisión. Como él mismo decía en su carta de despedida dirigida a su amigo y fundador de la revista Alberto Alonso Berrueta y que conocieron después todos los lectores de Vasconia Industrial, "Usted sabe con el dolor íntimo y profundo que escribo esta carta, en la que le anuncio mi propósito de abandonar la Dirección de nuestra bienamada VASCONIA. Pero usted sabe también que son poderosos los motivos que a ello me determinan y que es inquebrantable la resolución tomada. Otros deberes, atenciones nuevas que no admiten excusa, me obligan a alejarme del periodismo profesional activo. Después de varios meses de constante y ruda lucha, voy a dar paz a mis nervios y a buscar sosiego y serenidad para mi espíritu".
    
Carta de despedida en Vasconia Industrial y Pesquera

Alberto Alonso Berrueta

















   Alonso le dedicaba como respuesta una "cariñosa, efusiva y cordial despedida al queridísimo compañero que, bien a pesar nuestro, nos deja". Durante un tiempo seguiría colaborando en la revista como articulista, hasta que finalmente abandonaría San Sebastián para marchar a Vigo.

   Casi sin tiempo a hacerse a la idea de haber dejado las páginas de una revista en la que tanto luchó en beneficio del bienestar y progreso de los pescadores vascos, el 9 de diciembre sería conocedor de una noticia que le afectaría en lo que respecta a su ideario político. En Madrid moría Pablo Iglesias, el icono del socialismo español.

Pablo Iglesias en su lecho mortuorio
   Desde San Sebastián, se cursaban diversos telegramas a Madrid como testimonio de pesar por su muerte. Federico Angulo, como miembro de los socialistas de San Sebastián, sería uno de los firmantes:

   "Discípulos del maestro que acaba de morir, creyentes de su doctrina de amor a la Humanidad fraterna, prometemos en esta hora solemne ante el cadáver de quien fue nuestro guía, ser fieles a su memoria y luchar con ahínco y con fe por el triunfo del ideal socialista que pierde con el Abuelo su más firme baluarte.- Guillermo Torrijos, Rafael Vivanco, Cástor Torre, Luis Iglesias, Eufrasio Quesada, Vicente Martiarena, Patricio Chamorro, José Graner, Gabriel Martiarena, Antonio Bueno, Julián López, Tirso Uriz, Sergio Echeverría, Antonio Sorozábal, Benito Juez, Salvador Olano, José Setién, Félix Martín, Anastasio Eguía, Agustín Guisasola, Teodoro Golmayo, Federico Angulo".

   En nombre de la Agrupación Socialista de San Sebastián asistiría al entierro Luis Iglesias. Guillermo Torrijos lo haría en el de la Federación Local de Sociedades Obreras, y Ramón Sáez en el de la Federación Gráfica. Asimismo, asistirían desde San Sebastián Lorenzo Larrea y Fermín Ortega. Los que se quedaron en Donosti, Angulo entre ellos, decidirían tributarle su homenaje desde la distancia de la siguiente manera:

   "La Agrupación Socialista de San Sebastián ha tomado el acuerdo de rendir mañana, domingo, un homenaje a la memoria del que fue en vida la figura más representativa del socislismo español y el más abnegado y heroico defensor de la causa del proletariado, nuestro venerado Pablo Iglesias.
   Consistirá este homenaje en que todos los trabajadores donostiarras y aquellos elementos que supieron apreciar en Pablo Iglesias las virtudes cívicas y humanas que atesoraba, firmen en los pliegos que al efecto serán colocados en el portal del Centro Obrero (Puerto, 7), al tiempo que en Madrid se verifica la conducción del cadáver del llorado abuelo.
   La Agrupación Socialista de San Sebastián invita a todos los trabajadores, cualquiera que sea su condición social, a que rindan este tributo de cariño a quien durante toda la vida no hizo otra cosa que laborar por su redención".
La comitiva fúnebre el domingo 13 de diciembre de 1925
   En referencia al tercer hecho que comentábamos, aunque ya avanzábamos (sin pretender ponernos en el ánimo de Federico Angulo) que posiblemente sería el menos importante, el mismo día del entierro de Pablo Iglesias moría en Torrelodones Antonio Maura, jefe del Partido Conservador, ministro, Presidente del Consejo de Ministros..., en definitiva, uno de los personajes más influyentes en la Historia de España de finales del XIX y primer cuarto del XX. De alguna manera le vendría a la mente en ese momento a Angulo sus años de juventud.
   Con poco más de veinte años, el joven Federico vivió en Bilbao la escisión que se produjo dentro del Partido Conservador. Ossorio y Gallardo, en un discurso en Zaragoza, declaraba las primeras intenciones de la escisión que se estaba preparando en el Partido Conservador: o se estaba con Maura o con el gobierno, que en ese momento era dirigido por el también conservador Eduardo Dato. Pero donde se formalizó definitivamente esa separación fue en Bilbao: la adhesión primero del órgano periodístico del Partido Conservador de Vizcaya -fundado en 1909 por Fernando Ybarra-, “El Pueblo Vasco”, seguidamente del Comité del Partido, y finalmente las Juventudes Conservadoras vizcaínas, dieron al nuevo movimiento un empuje definitivo que arrastraría al resto de provincias. Podemos considerar que la asamblea fundacional del nuevo movimiento se celebró en el Teatro Trueba de Bilbao, el 30 de noviembre de 1913, donde Ossorio y Gallardo y el presidente de la Juventud Conservadora (desde este momento Juventud Maurista) de Bilbao, Ramón Bergé, se dirigieron a los asistentes, entre los que se encontraban representantes de las Juventudes de otras provincias, sentando las bases del maurismo. Angulo se encontraba en el lugar idóneo en un momento en que comenzaría a sentir sus primeras inquietudes políticas. Y en esos años de juventud, se dejó abstraer por la corriente maurista que afloraba en Bilbao. Como comenta Mª Jesús González en su libro "Ciudadanía y Acción", entre 1913 y 1917 «Fueron los años del maurismo callejero, de la euforia y adoración a Maura, incluso del romanticismo político y del nacimiento de posibilidades futuras que, no obstante, se marchitaron con los años». Opinión que, conociendo el carácter de Federico, justifica al cien por cien el que se implicara en ese movimiento político y no otro.
   El joven Angulo, posiblemente en lo que pudiera ser su primer artículo publicado, con el título de "Ideal y Ciudadanía" definía en las páginas del semanario Libertad en mayo de 1915 su pensamiento en aquel momento y opinaba respecto del discurso de Maura en el Teatro Real de Madrid el 21 de abril, creyendo que: "el partido maurista –el partido romántico, como lo denominaban con malsano regodeo los hombres que antes se decían leales- es ya para España una realidad. Dichosamente para los buenos, para los que soñamos con una patria dignificada y respetada. Para los que en la palabra “España” hemos concentrado todo nuestro amor y toda nuestra energía" (...) "Porque el partido maurista aún no ha desilusionado a nadie, y se puede y se debe tener fe en él". Y acababa el artículo así: "Que España sea un pueblo con ideales vivos y latentes. Que España sea un pueblo de ciudadanos. Esto bastará para que España se salve".
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Artículo de Federico Angulo en "Libertad"

   Desde ese año de 1915, quedaría mucho por pasar. Y al final sí, llegó la desilusión, llegó la madurez, llegaron las redacciones de periódicos en los que vería una nueva manera de pensar -El Liberal de Bilbao, de Prieto, por ejemplo, en la segunda mitad de los años 10- y esa etapa de juventud conservadora pasó. Pero aunque fuera un mínimo instante, la noticia de la muerte de Maura debió hacerle recordar sus inicios políticos. A su vuelta de África, en 1923 se afiliaba al partido Socialista, y del socialismo hizo su bandera ya hasta el día de su muerte.