jueves, 26 de mayo de 2011

1934 La muerte de Manuel Andrés

Cabecera del diario de San Sebastián, "La Prensa"
  
   En 1920, los periodistas Hernández Usabiaga, Mas, y Manuel Andrés establecerían en San Sebastián una sociedad denominada “Editorial Europa” con el fin de sacar a la luz un nuevo diario vespertino en la ciudad. Se titularía “La Prensa”, y con diversos altibajos mantuvo su publicación hasta 1934, momento en el que casi coincidieron el asesinato de su director, Manuel Andrés Casaus y la preparación por parte de algunos miembros del periódico –Angulo entre ellos- del levantamiento de octubre cuyo foco principal fue Asturias pero que en Guipúzcoa tuvo también su repercusión. 

Manuel Andrés Casaus
   Andrés fue uno de los principales y más carismáticos defensores republicanos en Guipúzcoa. De profesión periodista, en sus inicios fue redactor del diario “El Pueblo Vasco”, para posteriormente fundar “La Prensa”. Gran amigo del líder socialista Indalecio Prieto, participó en el levantamiento republicano de diciembre de 1930 en San Sebastián, donde cayeron asesinados el sargento de seguridad Emilio Montero y el guardia de seguridad Modesto López en el intento de Andrés Casaus, José Bago, Eduardo Campoamor y otros de asaltar el Gobierno Civil. Ante el fracaso de su acción, estuvo un par de días desaparecido hasta que finalmente fue detenido y procesado por ser el cabecilla del levantamiento y responsable de las dos muertes. Salvo los huidos y declarados en rebeldía, todos ellos fueron encarcelados en la prisión de Ondarreta. Pedida por el fiscal la pena de muerte, no llegó a dictarse sentencia al producirse el cambio de régimen y la proclamación de la República. En este periodo fue nombrado sucesivamente gobernador civil de Segovia, de Navarra, y de Zaragoza, para seguidamente ser el nuevo Director General de Seguridad de la República en marzo de 1933 en sustitución de Arturo Menéndez. Militante del Partido Acción Republicana –posteriormente Izquierda Republicana-, se le acusó de aprovechar su posición para desviar armas para el movimiento revolucionario socialista de 1934, momento que ya no viviría. 
   
   A primeros de septiembre de ese año, Federico Angulo es miembro de la Redacción del diario “La Prensa” y algo más que compañero de su director. Si hacemos caso del testimonio del corresponsal de la Agencia Febus en 1938, que decía que “Angulo, en la vida política se formó al lado de Manuel Andrés”, podríamos pensar que pudo llevarlo hacia la corriente que el militante de Izquierda Republicana quería que siguiera. Pero creemos que eso no significa que dirigiera sus pasos –Angulo se afilió al Partido Socialista en 1923- pero sí que coincidían y compartían puntos de vista y ambiciones que les llevó a coincidir en movimientos que les supondrían prisión o exilio, según la suerte de cada uno, ya que no hemos podido confirmar la participación de ambos en diciembre de 1930 (revisada la Causa 930/31 instruída contra Manuel Andrés y 36 más, Angulo no aparece entre éstos, detenidos y declarados en rebeldía) pero sí en la de 1934, a pesar de que Casaus moriría un mes antes. Documentación encontrada en la mesa de Angulo en la redacción de “La Prensa” y su propia carta manuscrita remitida desde su exilio en Pau así lo atestigüan.
   
Cadáver de Andrés en la Casa de Socorro
   En la Calle Prim de San Sebastián se producía el atentado el 9 de septiembre del industrial y Jefe Local de Falange Manuel Carrión Damborenea a manos de, según el testimonio del amigo que le acompañaba en aquel momento, un grupo en el que “sus componentes iban vestidos con indumentaria de obreros y que uno de ellos llevaba un mono de mecánico”. Herido de gravedad, Carrión fallecía al día siguiente en la Clínica de Nuestra Señora de las Mercedes. Ese mismo día, 10 de septiembre, una vez acabada la composición del periódico del día –en el que escribiría sus últimas palabras, entre ellas, críticas a la acción llevada a cabo contra Carrión-, Andrés salía alrededor de las nueve de la noche de las oficinas de “La Prensa” junto a su amigo Rafael Guerra, secretario de los Tribunales Mixtos, cuando al cruzar el Paseo de Colón y junto al número 15 de la Calle Peña y Goñi, unos individuos, falangistas al parecer y como represalia por la muerte de Carrión, disparaban al ex-director de Seguridad. A éste sólo le dio tiempo a exclamar a su amigo “Me han matado” y sacar su pistola y disparar hacia el lugar desde el que le disparaban antes de caer al suelo del portal del citado inmueble, que curiosamente había sido su vivienda hasta unos pocos días antes. Tanto su amigo como un Guardia de Asalto que estaba por la zona intentaron socorrerle subiéndole a un taxi y trasladarlo a la Casa de Socorro pero en el momento de llegar ya había fallecido. Un proyectil que entró por la espalda y salió por el pecho acabó con su vida. Inmediatamente hasta allí se dirigieron su hermano Ramiro y los compañeros de redacción, pudiendo comprobar en directo la trágica noticia. Federico Angulo fue uno de los que acudió a la Casa de Socorro. Junto a él, se personaron Antonio Zaldúa, el ex-alcalde Fernando Sasiain, Tellería, José Bago y Manuel Irujo.

   A las tres de la madrugada era trasladado el cadáver desde la Casa de Socorro hasta el domicilio social de Izquierda Republicana, en el piso primero del nº 4 de la calle Garibay.  Hasta allí fue acudiendo numeroso público que fue desfilando ante el cadáver y mostrando su repulsa por el asesinato. En palabras de un miembro de Izquiera Republicana de San Sebastián, “la indignación que el suceso ha causado en San Sebastián es enorme. La cobardía del crimen y la destacada personalidad de don Manuel Andrés Casaus, han levantado el clamor popular contra los asesinos. Desde primeras horas de la última noche, la población se halla excitadísima y manifiesta ostensiblemente su enérgica protesta”. Con el fin de que todos aquellos que quisieran darle el último adiós se declaraba un paro general para el día 12 entre las 11 y las 2 de la tarde. 

Comitiva fúnebre en el entierro de Manuel Andrés Casaus
   A mediodía del miércoles 12 de septiembre comenzó a congregarse una multitud en los alrededores y en el local del Círculo de Izquierda Republicana que formaría parte de la comitiva fúnebre que seguiría el traslado del cadáver por las calles de la ciudad hasta el cementerio de Polloe. Entre ellos se encontraban miembros del Partido, de la Juventud Socialista, de la Asociación de la Prensa de San Sebastián, y personalidades políticas como Manuel Azaña, Indalecio Prieto, Casares Quiroga y el diputado Luis Bello. Ante la vista del cadáver, Azaña sufrió un ligero mareo teniendo que ser asistido por el doctor José Bago, gran amigo de Casaus y compañero desde los tiempos del asalto al gobierno civil de San Sebastián en diciembre de 1930 y posterior reclusión en Ondarreta.

   El féretro salió cubierto por la bandera tricolor y a hombros de Ramón Torralba, Manuel de los Santos, Madridejos, Manuel Elduayen, Pedro Romero y compañeros del diario “La Prensa”, siguiendo el trayecto por la calle Garibay, Avenida de la Libertad, puente de Santa Catalina, Iztueta y Paseo de Atocha ante un inmenso gentío. La presidencia la ocupaban Azaña, Prieto, Casares Quiroga y Ramón Viguri, detrás de ellos, los familiares. Y más atrás, en sucesivas presidencias, personalidades como Juan Negrín, Amós Salvador y Luis Bello. Una vez frente al depósito de cadáveres del cementerio, Azaña le dedicaría sus últimas palabras:

Prieto y Azaña, en sus palabras ante el féretro de Andrés
“Unas palabras voy a decir que sirvan de despedida a nuestro querido amigo Manuel Andrés. Y no serán muchas porque ni la emoción vuestra ni la mía consienten otra cosa que un silencio recogido que sea un epitafio y un recuerdo imborrable en nuestro corazón. Manuel Andrés, de cuyas cualidades de amigo no voy a hablar, era un republicano modelo, un ciudadano ejemplar, dispuesto siempre a dar por la causa todo y más que puede dar un hombre: su propia vida. Ofreció su vida a la República. La hubo dado y la expuso cien veces en lucha abierta y franca con el enemigo. El crimen ha querido que su vida se pierda de esta manera ignominiosa para los que le han matado, pero gloriosa siempre para él, porque la causa republicana no sería tal si no tuviera mártires.
   Y los muchos que ya tenemos inscritos en nuestras listas, añadiremos el nombre de nuestro inolvidable amigo, tan querido de todos nosotros, sacrificado anteayer por mano de los enemigos de la República y de España. Aquí no vamos a decir ahora palabras de odio ni palabras de condenación. Decimos adiós a un ciudadano ejemplar, gloria de nuestra causa, que por que hace mártires vencerá un día. En la sangre de ese modelo bañemos nuestros labios y nuestro corazón. Le decimos adiós, pero no le olvidaremos jamás. Imitemos su ejemplo y juremos aquí inspirarnos en su memoria para emular sus virtudes cívicas y no para vengarnos porque nosotros no podemos hablar de venganza, sino para hacer justicia, justicia que pueda dar el triunfo a la República, a la que él ha dado su sangre y nosotros estamos obligados a dar la nuestra en cualquier caso, siguiendo así el generoso ejemplo de Manuel Andrés. ¡Juremos!
   ¡Viva la República y viva España!”

   Tras entusiastas aplausos y vivas a la República por parte de todos los congregados dentro y fuera del recinto del cementerio, y cuando las personalidades se dirigían a sus coches para volver a la ciudad y el público comenzaba a desfilar, se escuchó un grito por parte de un agente de policía que molestó a los que le rodeaban pensando que era un provocador falangista ya que comenzaron a golpearle. El incidente podría haber tomado graves consecuencias de no ser por la intervención de José Bago y de Federico Angulo. Bago bajó inmediatamente del coche en el que iba junto con Azaña y Prieto y trató de proteger al agredido y Angulo se dirigió a las personas que querían seguir golpeándole intentando que bajara su grado de excitación y hacer que se calmaran. Angulo lo consiguió en un primer momento, pero la continua afluencia de personas que no le habían oído hizo que no pudiera establecer del todo la calma, siendo necesario que los Guardias de Asalto cargaran contra la muchedumbre. Milagrosamente, el incidente se saldó tan solo con dos heridos, Félix Rivas y el guardia Ernesto Moreno.



   De esta manera transcurrió el 12 de septiembre de 1934 el entierro y último adiós de Angulo a su amigo.
  

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