domingo, 18 de marzo de 2012

1918 La Asamblea de Municipios de Vizcaya

Ayuntamiento de Bilbao

  “Y llegará el momento que los españoles tengamos que llevar el revólver en la mano y contestemos a tiros a las provocaciones e insolencias de los separatistas.
   Día que, por las trazas, no se hará esperar…”

   Desde su posición en la redacción del diario bilbaíno Diario de Vizcaya, de esta manera finalizaba Federico Angulo su artículo el 20 de diciembre de 1918 en relación a los sucesos acaecidos el 15 de diciembre en el Ayuntamiento de la capital vizcaína tras la celebración de la Asamblea de Municipios de Vizcaya y posteriores sucesos en las calles de Bilbao.

Mario Arana, alcalde de Bilbao
   En diciembre de 1918 en el País Vasco se percibe una clara pretensión autonomista. Se celebran en diversos ayuntamientos sesiones extraordinarias para solicitar del Rey y del Parlamento la derogación de la ley sobre el régimen foral de 25 de octubre de 1839 y conseguir un estatuto similar al que en esos momentos se está estudiando para Cataluña. El mencionado día 15, se reunían un centenar de delegados que representaban a un total de 200 municipios de Vizcaya bajo la presidencia del alcalde de Bilbao Mario Arana. Ya desde sus inicios se vio que los ánimos estaban muy exaltados ya que nada más iniciar sus palabras el alcalde, un concejal republicano exclamó un ¡Viva España! que provocó algunas protestas en la sala. Tras el llamamiento de Arana “a los españoles y a los que quieren serlo” para pedir la derogación de la ley, nuevas protestas se sucedieron ante la intervención en euskera del alcalde de Elorrio y la consecuente petición de traducción de un asambleísta.

Gregorio Balparda
   Continuó la tumultuosa sesión con la intervención de Balparda. Gregorio Balparda había fundado un año antes la Liga Monárquica de Vizcaya, y su primer comentario fue hacer alusión a que no ondeara en el Ayuntamiento la bandera española: “Una Asamblea de Ayuntamientos españoles debe ser presidida por la bandera española”. Se sucedieron en la Sala gritos de “Gora Euzkadi” y vivas a España, lo que provocó un sonoro alboroto. Tras conseguir el alcalde que se hiciera una relativa calma, un nuevo comentario de Balparda, volvió a encenderlos: “Soy español, pero más vasco que nadie”, declarando además que había estudiado los fueros mucho mejor que los que gritaban, y la consecuencia inmediata fue el abucheo de los nacionalistas. Con la intervención del siguiente orador, el maurista Ramón Bergé, representante del municipio de Carranza y también fundador de la Liga Monárquica, se acabaron de encender los ánimos. Se unió a la protesta de la desaparecida bandera y apuntó que no saldría concordia de esta Asamblea porque allí sólo reinaba el odio. Las intervenciones del jaimista José Domingo Llona, de Bandrés y de Otazúa también estuvieron acompañadas de protestas, aunque menores, pero ya el punto culminante fue, después de la intervención del socialista Felipe Merodio, el que el alcalde impidiera que el maurista Julián Munsuri tuviera la palabra en la Asamblea y quisiera proceder inmediatamente a la aprobación de las conclusiones. Un griterío ensordecedor y enérgicas protestas de varios asambleístas, a la cabeza de los cuales estaba Balparda, fueron el resultado, y tras la proposición de aprobación de la primera conclusión, todos ellos salieron de la Sala, dejando atrás los gritos de “Gora Euzkadi” que atronaban dentro del Ayuntamiento. Aun así, el alcalde Arana leyó como pudo el resto de conclusiones y ante la petición de los republicanos de pasarlas a votación, Arana replicó, simple y llanamente, que quedaban aprobadas, lo que provocó ya un escándalo mayúsculo.
 
 
Ramón Bergé
  En la calle se fueron formando grupos, y comenzó a circular el rumor de que Balparda y Bergé obstaculizaban la aprobación de las conclusiones de la Asamblea, provocando un intento de asalto del Consistorio, a lo que se opuso la fuerza pública. Con las conclusiones aprobadas de una manera tan particular, el alcalde salió a hombros de varios jóvenes bizkaitarras y se dirigió hacia la Diputación para presentarlas, siendo acompañado de numerosas personas y de gritos de ¡Gora Euzkadi! y ¡Muera España!, quienes, al pretender entrar igualmente en la Diputación y encontrarse con la negativa de los guardias, replicaron con gritos e insultos, pasando a las agresiones en cuanto éstos simularon una carga contra los manifestantes. Llegaron a oírse disparos en la calle Epalza, y finalmente se consiguió disolver la manifestación tras practicar diversas detenciones.

    Pero el día no acabó aquí. Alrededor de las diez de la noche, se congregó un nutrido grupo en la Redacción del diario “El Pueblo Vasco” de la calle Ledesma nº 6, y pistola en mano, intentaron hacerse con los ejemplares del periódico, causando grandes desperfectos de la maquinaria y material en los talleres y realizando varios disparos. Tras salir, junto a la Hostería del Laurel, que igualmente sería asaltada, serían detenidos Sebastián Aristondo y José María Pradera. 
Juan de la Cruz, director de El Pueblo Vasco
   Tras la tumultuosa celebración de la Asamblea, Balparda y Bergé quisieron dejar constancia de su protesta a través de un telegrama remitido al ministro de Gobernación: “Nada significa que en la Asamblea de los Ayuntamientos de Vizcaya hayamos sido atropellados, ni tampoco es de la mayor importancia que por haberse negado la presidencia a la votación nominal, la voz del país haya sido ahogada por un pucherazo. Pero el hecho de que el alcalde de Bilbao haya invitado a los Ayuntamientos y convocado una manifestación separatista, que amenazaba durante la deliberación asaltar la Casa Consistorial y profería amenazas de muerte contra quienes defendíamos la autonomía bajo la unidad nacional, con la que toda Vizcaya, salvo unos locos o unos malvados está conforme; y que ese mismo alcalde enarbole en la Casa Consistorial una bandera que no es la de España, ni la de Vizcaya, ni la de Bilbao; y se ponga al frente de una manifestación sediciosa alentando a los fanáticos que hacían resistencia a los agentes de la autoridad, con la seguridad de que pronto serán ellos el Poder que dé los cargos gubernativos, evidencia que ni la seguridad de las personas, ni el respeto a la ley, ni el debido a los patrióticos sentimientos de este país, ni el decoro de Bilbao se hallan garantidos con este alcalde”. Amalio Gimeno, ministro de Gobernación, contestó que el Gobierno “resuelto a reprimir actos ejecutados fuera de la ley, sabrá prontamente aplicar las medidas necesarias”. En Bilbao, todos los periódicos protestaron por el asalto a “El Pueblo Vasco”, excepto Euzkadi, que en opinión de “Diario Vasco”, “no solo no protesta de los vergonzosos sucesos desarrollados el domingo por la chusma sotista, sino que ni siquiera se digna dar cuenta a sus lectores de ciertos pormenores que demuestran bien a las claras lo que son, lo que hacen y lo que puede esperarse de una situación planteada a gusto de los nacionalistas”.
Conclusiones de la Asamblea
   Como era previsible, desde Madrid se ordenó la destitución del alcalde de Bilbao Mario Arana, que sería procesado por los sucesos ocurridos en la Asamblea, y finalmente, el domingo 22, como acto de reconocimiento a Balparda, Bergé, y el director de “El Pueblo Vasco”, Juan de la Cruz Elizondo, se celebró un banquete en Archanda en su honor, al que asistirían cerca de mil comensales.

   Sucintamente, esta fue la historia de aquellos sucesos. Sin embargo, nos queda plasmar la opinión acerca de ellos de Federico Angulo, que mantiene una posición claramente españolista, condenando los hechos y la postura nacionalista de los bizkaitarras. Menciona a Indalecio Prieto, diputado por Bilbao y antiguo compañero en el diario “El Liberal” de Bilbao, que mantenía la creencia de que “lo ocurrido allí no tiene la menor importancia. Fue una de las muchas algaradas que suelen promover los nacionalistas vascos, y a las que nunca se les ha dado la trascendencia que quiere dárseles ahora. He leído que al Gobierno le preocupa más lo de Bilbao que lo de Barcelona. No sé si la noticia será exacta; pero, si lo es, me parece totalmente absurdo. Lo que sucede en Cataluña es lo verdaderamente grave, lo que debe preocupar de veras al Gobierno, aunque él lo niegue. Lo ocurrido en Bilbao, si se compara con lo que puede ocurrir en Barcelona, es una cosa insignificante”.

Indalecio Prieto
   Sin embargo, sí tuvieron consecuencia dichos sucesos. Tan sólo diez días después, el 7 de enero de 1919, se fusionaban las fuerzas monárquicas vascas, creando la Liga de Acción Monárquica, que estaría regida por Gregorio Balparda, Ramón Bergé y Luis Salazar Zubia, y que pretendería hacer frente único contra los partidos nacionalistas-separatistas. La segunda consecuencia directa se plasmaría en el mes de mayo en el denominado Pacto de Ortuella, en que se decidiría la alianza de la Liga con los socialistas vizcaínos liderados por Indalecio Prieto para intentar y conseguir derrotar a los nacionalistas en Bilbao, Valmaseda y Baracaldo.

   En principio Angulo está de acuerdo con el líder socialista, pero no lo acaba de tener tan claro. En las descalificaciones empleadas parece seguir la opinión de Prieto, que declaró ser “un enemigo acérrimo y declarado del nacionalismo vasco, porque representa un espíritu rural y reaccionario”. Recordemos que en estas fechas de 1918, Angulo todavía no pertenece al Partido Socialista. Su estrecha relación con Prieto no se produciría hasta años después. Y al final, un párrafo que parecería premonición, aunque no llegara a ser por cuestiones separatistas. El artículo de Angulo dice así:


POLITICA VIZCAINA
ESPAÑOLISTAS Y BIZCAITARRAS

LA IMPORTANCIA DE LOS SUCESOS

    Don Indalecio Prieto, diputado a Cortes por Bilbao, ha negado importancia a los sucesos ocurridos en esta villa el domingo pasado. Considera el señor Prieto que se trata de una algarada más de las que tan frecuentemente provocan y alientan los elementos bizcaitarras. Es muy posible que el diputado socialista tenga razón; si examinamos con algún detenimiento los componentes de la Asamblea de Municipios y de la manifestación subsiguiente, desde luego hemos de coincidir con el señor Prieto: aquello no fue otra cosa que una indigna mojiganga.
      Porque en la Asamblea de Ayuntamientos, fuera de los Sres. Balparda, Bergé, Munsuri y algunos representantes de las Encartaciones, ¿qué gente hubo? Aldeanos que no comprenden otra cosa que sus mezquinos intereses, vendidos a los nacionalistas porque éstos son los que les pagan bien los votos en las elecciones y ejercen un indigno caciquismo desde la Diputación provincial. Seres torpes, que acudieron a la Asamblea, no a deliberar serenamente y decidir los destinos de los pueblos por ellos representados, sino obedeciendo la orden del amo, bien aprendida la lección, sumisos a la voz de mando que había de indicarles cuándo debían aplaudir y cuándo lanzar sus «goras».
     Estos aldeanos -«jebos» se les llama aquí- se excedieron quizá en sus demostraciones hostiles. Estaban justamente indignados. Se les había anunciado una comilona, y ellos veían que, por el «afán de hablar» de los señores Balparda y Bergé, comerían tarde. O quizá, como domingo, cerrasen los establecimientos y no podrían comer. Y esta es la más grave ofensa que al aldeano puede inferírsele; su estómago es sagrado. De ahí la inquina con que mandaban callar a los oradores. No les importaba que defendiesen a España o al moro Muza; todo eso es griego para ellos. Lo que les hacía salir de sus casillas es que pasaba la hora de la comida y aquello no tenía trazas de concluir. La prueba está en que la Diputación había dispuesto un refresco para 200 personas y no llegaron al palacio provincial más que 18 representantes. Los aldeanos, tan pronto como se vieron libres, corrieron en pos de la pitanza, sin dárseles un ardite de las conclusiones ni de los «goras», ni del irredentismo vasco…
     En cuanto a la manifestación, se han dicho muchas inexactitudes por algunos corresponsales vendidos al oro filibustero. En ella no tomaron parte elementos de toda Vizcaya, como se ha afirmado con sin igual desfachatez. Algún elemento de «Juventud vasca» y los obreros de la factoría de Sota, «Euskalduna». Un puñado de asalariados (obreros de Sota y empleados de sus escritorios) que se hartaron de gritar cuanto les vino en gana contra España y los españoles, con el beneplácito del a estas horas ex alcalde, que los presidía complacido.
     Véase, por las muestras, si tuvieron importancia los sucesos. Pero si es verdad que fue escasa por los elementos que fueron sus promotores, también es cierto que, como síntoma, merece concedérsela grande. Los perdonavidas y los asaltadores de periódicos y los apaleadores de indefensos camareros empiezan a campar por sus respetos. Individuos de antecedentes criminales –como uno de los detenidos por el asalto de «El Pueblo Vasco»- tienen cobijo en ese Partido que apadrina hordas salvajes como ese grupo denominado «Los de Achuri», mantenedores del desorden y capaces de cometer las más inicuas tropelías.
     Tiene importancia lo ocurrido, porque las personas de orden y la que no lo son, pero que sobre todas sus divisiones partidistas ponen el amor a España, no están seguras. Llueven anónimos sobre los más significados españolistas, conminándoles con terribles venganza; hacen alarde de su fuerza, porque aquellos puestos que debieran ser garantía para el ciudadano (la Alcaldía, la Presidencia de la Diputación) están en manos de hombres suyos; porque dicen que los millones de sus ricachos pesan demasiado en Madrid, y a su agobio se inclinan ministros y administradores de Justicia.
     A estas gentes hay que darles una ejemplar lección. Es preciso convencerles de que no se puede atentar impunemente a la propiedad y la vida de las personas sin que un Código caiga sobre ellas; que no se puede expresar públicamente un odio africano a la patria sin que el castigo venga inmediato; que para algo hay Guardia Civil, y Policía y, en último extremo, Ejército.
     De no obrar así, los sucesos del domingo se repetirán una y mil veces, cada vez con más graves caracteres. Y llegará el momento que los españoles tengamos que llevar el revólver en la mano y contestemos a tiros a las provocaciones e insolencias de los separatistas.
     Día que, por las trazas, no se hará esperar…
F. de Angulo Vázquez
Bilbao, 20 de diciembre de 1918

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